sábado, 25 de julio de 2015

A mente vultus fingitur


Siéntate en ese sillón tapizado con agujas a leer todo aquello que escribe cada noche mientras desnuda su alma entre unas y otras páginas en blanco, que completa aquel diario, hasta el amanecer.
Donde contaba la realidad que observaba cada día con el paso por las ciudades, en las que no se escuchaban el canto de los pájaros de manera armoniosa sino los disparos de las ametralladoras al estallar una de las muchas guerras.

Los “erases una vez…” de esos cuentos que mamá le contaba antes de dormir nunca existieron, porque las princesas y los príncipes se convirtieron en la clase obrera del país que debían manifestarse ante los capullos de trajes y corbatas; ni tampoco hadas que hicieran realidad sus sueños, todo se consigue con esfuerzo y una pizca de suerte. Besó los cadáveres que volaron pero ninguno regresó por lo que la historia nunca terminaba con un “…y fueron felices”. Entonces terminó rechazando la fantasía llena de felicidad por la realidad que al fin y al cabo nos terminamos acostumbrando
A pesar de coserle como a una muñeca de trapo los pedazos de su corazón tras tatuarle la palabra dolor junto a la de felicidad en su pecho, seguía sonriendo aunque sus labios tuvieran que ser forzados con un llanto en su interior por esas noticias catastróficas en las que la pobreza está en primer plano igualándose con la decepción que demuestra el ser humano inhumano. Humanos que se disfrazan de animales mientras que animales intercambian sus papeles con los humanos; vagabundos caritativos que ofrecen su propia respiración mientras que los acomodados se alimentan de la avaricia.
La locura de esta historia interminable acecha en las cuatro esquinas de este esférico mundo.
οὐτόπος
Car

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