sábado, 4 de abril de 2015

Taciturno


Con un bloqueo mental me encuentro sentada en el asiento de un asqueroso bus, adornado con pintadas por las paredes, asientos destrozados y ventadas arañadas. A pesar de ser conducido por un conductor fuera de sí y con pintas de chiflado, marcha evitando cada bache y circulando de forma regulada. Aunque lo único que aparenta es el peligro todo está bajo control, me mantengo segura bajo, aún así al tomar cada curva sea con una velocidad excesiva, me mantengo segura bajo este descuidado techo.
En cada parada, puertas abriéndose y cerrándose por las cuales unos individuos toman la decisión de bajar a la vez que otros suben, dejando de ser pasajeros de línea mientras otros los sustituyen. Al mismo tiempo que las puertas cumplen esta función, voy pasando las páginas leídas de este libro que porto conmigo misma todos los días sin localizar su fin. Dentro de este libro, compuesto por tantas delicadas páginas las cuales contienen palabras tan creíbles siendo realmente todo lo contrario, engaño. Pero no puedo culpar al autor por escribir con esa veracidad haciendo creer a la lectora todas las astucias.
Esto me recuerda a sus mismas palabras inciertas entrelazándose con su clara mirada pero me equivoqué.
Al fin y al cabo estoy a punto de terminar con  este fallido capítulo y antes de empezar con el siguiente, me tomaré una pausa para cambiar de línea. 
Car.

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