sábado, 4 de abril de 2015

LULLABY





Entre las penumbras de aquella oscura noche, su cerebro resplandecía iluminando con una luz apagada cada rincón de su solitaria y vacía habitación. Cada destello que sobresalía de ese cerebro era una idea sin apenas futuro.
Mientras tanto ella se regocijaba de dolor en su cama helada, deshaciendo cada arruga de las sábanas al mismo tiempo que iba creando otras similares. Además dejaba entre estas sábanas conocidos sollozos saturados de espanto emitidos en un total silencio de aquella hueca habitación.
Al mismo tiempo que sus pies eran acompañados por el son del compás del tic tac del despejado reloj, sin agujas excepto la del segundero loco, ella acariciaba delicadamente sus cicatrices con las huellas de sus dedos donde algunas que otra marca se camuflaban entre ellos.
A pesar de parecer estar en calma, aun así, su esquelético cuerpo continuaba sintiendo una tras otra las punzadas que iba transmitiendo cada latido de su corazón, el cual bombeaba toda sangre posible de color negra trasladada por esas venas remarcadas en su piel tatuada en blanco y negro, sin ningún tipo de color.
Sin más, sus pulsaciones iban variando como el sonido de agudo a grave que repercute entre las cuerdas de una acústica, una por una en cada acorde de su melancólica canción de cuna escuchada mientras sus rojos ojos se cerraban lentamente.


Al fin y al cabo su partida de cartas terminó dejándola como la perdedora siendo realmente la gran ganadora de su propio juego cuyo juego se convierte en su rutina nocturna hasta que el sol de cada mañana la despierta con rayos lúgubres.
Car.

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