Con un bloqueo mental me
encuentro sentada en el asiento de un asqueroso bus, adornado con pintadas por
las paredes, asientos destrozados y ventadas arañadas. A pesar de ser conducido
por un conductor fuera de sí y con pintas de chiflado, marcha evitando cada
bache y circulando de forma regulada. Aunque lo único que aparenta es el
peligro todo está bajo control, me mantengo segura bajo, aún así al tomar cada
curva sea con una velocidad excesiva, me mantengo segura bajo este descuidado
techo.
En cada parada, puertas
abriéndose y cerrándose por las cuales unos individuos toman la decisión de
bajar a la vez que otros suben, dejando de ser pasajeros de línea mientras
otros los sustituyen. Al mismo tiempo que las puertas cumplen esta función, voy
pasando las páginas leídas de este libro que porto conmigo misma todos los días
sin localizar su fin. Dentro de este libro, compuesto por tantas delicadas
páginas las cuales contienen palabras tan creíbles siendo realmente todo lo
contrario, engaño. Pero no puedo culpar al autor por escribir con esa veracidad
haciendo creer a la lectora todas las astucias.
Esto me recuerda a sus mismas
palabras inciertas entrelazándose con su clara mirada pero me equivoqué.
Al fin y al cabo estoy a punto de
terminar con este fallido capítulo y
antes de empezar con el siguiente, me tomaré una pausa para cambiar de línea.
Car.
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